La «polimatía»: una virtud poco valorada
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La «polimatía»: una virtud poco valorada


La «polimatía»: una virtud poco valorada


La polimatía es la capacidad de dominar varias disciplinas o campos del saber. Esta cualidad que ha destacado especialmente en la antigua Grecia y en el Renacimiento, dos épocas de gran florecimiento cultural e intelectual, está ganando cada vez más protagonismo en la actualidad. La complejidad del mundo digital y el cambio adrenalínico de hoy, requieren de esta habilidad para poder adaptarse, ser parte de la innovación y tener un pensamiento crítico que nos permita filtrar tanta información recibida. Sin embargo, parece que la polimatía ha perdido valor frente a la especialización, que se suele considerar más útil y rentable en un mundo que, aunque por un lado, nos obliga a desempeñar varios trabajos, contrariamente, hace apología de la competitividad y la persecución del éxito, dejando de lado en ocasiones, los verdaderos intereses de muchas personas que no siempre buscan ser las mejores.



La polimatía a lo largo de la historia


Esta destreza del conocimiento ha sido admirada y cultivada por grandes figuras de la historia. Reconocidos filósofos griegos, como Platón, Aristóteles, Pitágoras o Arquímedes, eran polímatas y tenían conocimientos en matemáticas, física, astronomía, política y ética, como también en poesía y teatro. En el Renacimiento, fue valorada de manera tal que llegó a desarrollarse el concepto de uomo universale o «hombre del renacimiento», el cual se refería a aquellos individuos que aspiraban a dominar distintos campos del saber y de las artes, siguiendo los ideales del humanismo. Leonardo da Vinci es el arquetipo de polímata renacentista, ya que fue pintor, escultor, arquitecto, ingeniero, inventor, anatomista, músico y escritor. Otros polímatas renacentistas fueron Miguel Ángel, Galileo Galilei y Nicolás Copérnico, entre otros.


Mujeres polímatas


Ha habido muchas mujeres polímatas a lo largo de la historia, entre ellas podemos mencionar a: Hipatia de Alejandría, filósofa, matemática, astrónoma y profesora, además directora de la Escuela Neoplatónica de Alejandría, de las primeras matemáticas que consta documentación; Hildegarda de Bingen, abadesa, profetisa, mística, médica, escritora y compositora, una de las mujeres más cultas e influyentes de la Edad Media y de las primeras en escribir sobre medicina natural, botánica y cosmología; Sor Juana Inés de la Cruz, una religiosa y erudita mexicana, que también se desarrolló como poeta y dramaturga, siendo considerada una de las máximas figuras de la literatura hispanoamericana y una precursora del feminismo; Ada Lovelace, matemática, informática y escritora británica, y Marie Curie,  física, química y pionera en el campo de la radiactividad.


Somos polímatas en la era digital


Vivimos en la era digital, en la que el acceso a la información y al conocimiento es inmediato y fácil. Gracias a Internet y a las nuevas tecnologías, podemos aprender sobre cualquier tema que nos interese, desde física cuántica hasta cocina japonesa, pasando por historia del arte o programación informática, lo que nos convierte, en cierto modo, en polímatas. Por otro lado, esta disponibilidad de la información nos ha llevado a desarrollar trabajos que en otros momentos estaban claramente categorizados. Por ejemplo, un gran número de artistas que no cuentan con un nivel alto de popularidad deben ser, como mínimo, publicistas, managers y contables, además de llevar a cabo sus creaciones, ya que las grandes corporaciones se aprovechan de esta condición actual y no contratan a nadie que no tenga hecho un cierto camino que asegure el éxito.


No se trata, literalmente, de saber hacer de todo, sino de tener una visión general y una comprensión básica de diversos ámbitos que nos permitan relacionarlos entre sí y aplicarlos a nuestra vida personal y profesional.


El que mucho abarca poco aprieta: ¿una verdad absoluta?


Hay quien sostiene que la polimatía es una forma de dispersión y de superficialidad que nos impide profundizar y, sobre todo, destacar en un campo concreto. Según esta visión, quien intenta abarcar demasiadas cosas no consigue hacer ninguna bien. Este refrán popular se suele usar para desaconsejar la polimatía y recomendar la especialización, sobre todo en el ámbito académico y laboral. Pero, ¿es esta una verdad absoluta, o es algo que depende del contexto y del objetivo que se persiga en determinado momento de la vida?


Es evidente que, en el caso de realizar una tarea que requiera un alto nivel de conocimiento y experiencia, como una cirugía o una investigación científica, es imprescindible haberse especializado. No obstante, esto no significa que la  persona especializada en un área específica, no pueda tener otras curiosidades a las que dedicar tiempo una vez que su especialización se lo permita, y que podrían enriquecerla tanto profesional como personalmente.


La actitud polímata: una forma de enriquecer nuestra mente y nuestra vida


Más allá de entender la polimatía como un conjunto de conocimientos y habilidades, es conveniente considerarla como una una forma de vida. Una actitud polímata se caracteriza por la curiosidad, el interés, la apertura, la creatividad y la flexibilidad; que nos lleva a querer aprender más, explorar nuevos horizontes, descubrir nuevas perspectivas y conectar diferentes ideas,  y al mismo tiempo, puede hacernos tener un mayor respeto por la diversidad, adaptarnos con más naturalidad a los cambios y atrevernos a innovar. No es una amenaza para la especialización, sino un complemento que la enriquece y la potencia.

 

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