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Análisis de la película «El Agua», de Elena López Riera

Cuando Bazin plantea: “¿qué es el genio sino una cierta coyuntura entre unos dones indiscutiblemente personales, un regalo del cielo y el momento histórico?” (Bazin, 1957, p. 96), podemos reflexionar que un autor es aquel que imprime una visión personal y única en su obra, y esto se refleja precisamente en El agua (2021). En este sentido, en base a la definición de André Bazin sobre la "política de los autores", Elena López Riera puede ser considerada una autora dentro del cine español contemporáneo. Su película, trasciende las convenciones del cine clásico mediante una combinación de mitos, documental y ficción, y explora temas como la identidad, la memoria colectiva y lo místico, logrando ofrecer una obra en la que se percibe claramente su sello personal, más allá de las convenciones narrativas tradicionales.



Análisis de la película El Agua, de Elena López Riera


Su relato no lineal y la hibridación de géneros caracterizan este tipo de autoría, que no busca ofrecer respuestas claras, sino proponer preguntas mediante ambigüedades. Esto contrasta con el código cerrado y.universal del cine clásico, lo cual explica Rodríguez Serrano (2022) en La escritura clásica. Dicho enfoque cinematográfico facilita la comprensión del relato basándose en convenciones narrativas como los cortes de montaje, la elipsis y una estructura ordenada. Estos elementos crean mundos cerrados y ordenados, sin perturbar la verosimilitud del relato. En cambio, la propuesta de autores como López Riera desafía estas convenciones al optar por una narrativa fragmentada y un estilo que invita a la interpretación más que a la comprensión inmediata y unívoca, alejándose del modelo clásico y su tendencia a ofrecer conclusiones claras y definitivas.


En el contexto del cine español actual, esta consideración implica que el cine de autor, representado por directores como López Riera, está tomando fuerza frente a las convenciones narrativas tradicionales, al ofrecer tramas experimentales, abiertas y complejas. Esto permite explorar nuevas formas de representación que contribuyen a la evolución del cine español, en especial dentro del movimiento ONCEF, que se destaca por su enfoque en la diversidad de perspectivas y la hibridación de géneros.


Este movimiento (ONCEF) cuenta con directores y directoras que abordan temáticas sociales desde enfoques íntimos y personales, explorando cuestiones de identidad, relaciones familiares y comunitarias, y desafiando las narrativas tradicionales. En este marco, El agua se relaciona con películas como Las Niñas y Alcarràs, al explorar el conflicto entre lo personal y lo social, entre lo individual y lo colectivo, mientras rompe con las formas clásicas de narrar. Dichas obras, invitan al público espectador a participar activamente en la interpretación, fomentando una experiencia reflexiva y abierta que trasciende los límites de las estructuras narrativas convencionales.


Respecto a los elementos que conforman la escritura audiovisual en El agua, la hibridación entre ficción, mito y documental define su escritura audiovisual. Desde la ficción, construye personajes y situaciones cotidianas con un fuerte componente simbólico. El mito se refleja en la leyenda local sobre las mujeres y el agua, que conecta la narrativa con tradiciones universales y aporta profundidad arquetípica. Los elementos documentales, como testimonios reales y la representación directa de las personas que habitan el pueblo, dan autenticidad y una dimensión antropológica.


Esta combinación responde al modelo del docudrama, que según Bestard Luciano (2011), mezcla realidad y dramatización con un enfoque autoral, seleccionando elementos para transmitir una visión personal.


Respecto al uso del mito, tal como destaca Cécéreu (s.f., p. 83), este elemento conecta a la persona espectadora con narrativas arquetípicas, reforzando la simbología y evocando los orígenes del cine vinculado al ensueño. Así, el film trasciende las categorías tradicionales, ofreciendo un relato que dialoga entre lo local y lo universal, lo real y lo simbólico, invitando a una interpretación activa de la audiencia.


Desde la perspectiva de uno de los pilares del clasismo: el concepto del “género cinematográfico”, en la película de López Riera se observa una aproximación al género fantástico, aunque alejándose de los lugares comunes del cine clásico, que tal como señala Aarón Rodríguez Serrano (2023), este define los géneros cinematográficos como códigos narrativos cerrados, lo que implica una estructura clara y fácilmente reconocible.


En el caso de El agua, el film se aparta de esta concepción tradicional al incorporar elementos fantásticos de manera ambigua y no resolutiva. En lugar de ofrecer explicaciones claras sobre lo sobrenatural, la película fomenta una interpretación abierta, un rasgo característico del cine de autor. Esta ambigüedad, según Bestard Luciano (2011), es propia de las narrativas que se alejan de la representación objetiva de la realidad, buscando, en cambio, una experiencia subjetiva y reflexiva para la persona espectadora.


En el ámbito de las cuestiones de género, el film se aleja de los lugares comunes del tratamiento de estos asuntos, utilizando un simbolismo fuerte que explora los miedos sociales vinculados a las mujeres, especialmente en relación a la pérdida y el destino. Estos temores, transmitidos de generación en generación, reflejan un peso cultural profundo. Como señala Sorlin (1985, citado en Torres Outón, 2020), el cine no solo puede ser un reflejo de la sociedad, sino  también cuestionar las estructuras de poder, lo que se evidencia en la película El Agua al abordar las dinámicas de género.


A pesar de que el cine ha sido históricamente un vehículo de valores patriarcales (Pilar Aguilar, 2018, citada en Torres Outón, 2020), la película usa este mismo potencial para cuestionar estas estructuras y exponer cómo una vida puede estar condicionada por un sistema opresivo. La protagonista, Ana, simboliza la resistencia frente a un destino predefinido, invitando a la audiencia a reflexionar sobre las normas sociales y las relaciones de poder en la sociedad.


Cuando hablamos de escenografía y su impacto en el cine, El agua se destaca por cómo utiliza los espacios para reflejar las tensiones culturales y sociales presentes en su relato. Coincidiendo con lo expuesto por Bestuardo (2011), la escenografía no solo define el entorno físico de la película, sino que también informa emocionalmente a la persona espectadora, afectando su interpretación de la acción. En este caso, los elementos escenográficos como el paisaje rural, la casa de los personajes y las aguas que envuelven el pueblo, se convierten en representaciones simbólicas que amplifican los temas centrales de la narrativa, como la tradición, el destino y las limitaciones sociales. La película utiliza el entorno natural como un personaje más, donde las aguas, por ejemplo, se presentan tanto como un espacio físico como una metáfora de lo ineludible y lo fantástico.


En cuanto al uso de la cámara, la relación con los espacios es fundamental para crear una atmósfera cotidiana, así como también de tensión. Siguiendo la reflexión de Rodríguez Serrano en “La forma fílmica”, el montaje y el uso de la cámara no solo sirven para ordenar los eventos o conectar el tiempo y el espacio, sino que tienen la capacidad de generar una respuesta emocional específica en la persona espectadora. La cámara, a menudo fija o siguiendo los movimientos de los personajes, ya sea dentro de los espacios cerrados o en los planos amplios del paisaje natural, refuerzan el contraste entre lo personal y lo universal. Además, la manera en que se utiliza el encuadre, con ciertos elementos escenográficos en primer plano o fuera de foco, permite a la audiencia leer entre líneas las emociones no expresadas y las tensiones subyacentes en los personajes. Por lo tanto, los espacios adquieren un valor simbólico que va más allá de lo visual.


En relación a los lugares habituales de la realización del clasicismo, la directora rompe con los lugares comunes del cine clásico al transformar las convenciones narrativas y estéticas que tradicionalmente caracterizan este tipo de cine. En El agua, se desafía la estructura lineal y los finales felices típicos del cine clásico. En lugar de ofrecer una resolución clara y ordenada, el film se adentra en el simbolismo, especialmente en la relación entre las mujeres y el agua, que se presenta como un elemento tanto físico como metafórico.


Según Rodríguez Serrano en “La escritura clásica”, el cine clásico se caracteriza por un lenguaje visual claro y universal, donde la historia se cuenta a través de un código que no perturba la verosimilitud del relato. López Riera, sin embargo, utiliza la escenografía y la cámara para crear una atmósfera cargada de tensiones emocionales, para invitar a la audiencia a cuestionar los asuntos expuestos en la historia, reflejando los sentimientos y conflictos internos de los personajes. Este enfoque se alinea con las ideas de María Bestuardo (2019), quien destaca que la escenografía debe ser coherente con el contenido narrativo y ayudar a transmitir las emociones y las tensiones del relato.


En conclusión, la reflexión sobre Elena López Riera como autora dentro del cine español contemporáneo nos lleva a cuestionar las fronteras entre lo tradicional y lo experimental en la narración cinematográfica. Su obra, El agua, plantea un cine que se aparta de las convenciones establecidas para explorar territorios menos definidos, invitando a una interpretación más profunda y libre. La directora no solo aborda cuestiones sociales y culturales complejas, sino que también lo hace de una manera que desafía las expectativas narrativas del cine clásico. En lugar de ofrecer respuestas claras y definitivas, su cine plantea preguntas y se mueve en un terreno de ambigüedad e incertidumbre, lo que refleja una visión personal y una sensibilidad hacia lo inexplorado.


En este sentido, López Riera ha sido capaz de imprimir un sello personal en su trabajo,  y reconfigurar las maneras en que se nos cuenta una historia. Lo que en otros momentos se habría considerado una incoherencia o ruptura con el sistema, se convierte en una nueva forma de expresión que desafía la narrativa lineal y el cierre absoluto de las historias.















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